Experiencias
íntimas, proposiciones públicas
Por
Dra.
Sabina Florio
“La singularidad del arte como modo de expresión y, por ende, de producción
de lenguaje y pensamiento, es la invención de posibles, que adquieren cuerpo y se presentan en vivo en la obra.
De allí el poder de contagio y de transformación que la acción artística porta”
Suely
Rolnik
La exposición Materia
Viva. Diálogos desde el papel presenta las obras recientes de Laura Rippa, Nele
Fayolle y Pali Díaz. Las reúnen los lazos de amistad, las afinidades electivas
y el amor al oficio. Posicionadas en la fértil frontera porosa entre el Arte
con mayúscula y el mundo de las artes decorativas, exhiben en el ámbito propicio
para compartir sus proposiciones plásticas: el Museo Municipal de Arte
Decorativo “Firma y Odilo Estévez”.
El cuerpo de trabajos realizados está hecho con papel,
entendido este como “materia viva”, como dispositivo frágil, sensible y
manipulable capaz de producir configuraciones espaciales inéditas y variables,
pequeñas o inconmensurables. Laura Rippa encausa sus yuxtaposiciones inquietantes, que cultiva
desde la década del 90, en una serie de libros objeto realizados con las
técnicas del pop-up. En este caso, las promesas incumplidas de los cuentos de
hadas, la obediencia dócil de las princesas y los conjuros, hechizos e
invocaciones son transmutados a la propia experiencia vital y subjetiva,
creando una suerte autobiografía ficcional e inconclusa, bella y paródica que
nos interpela, nos enfrenta a lo real extrañado, desestabilizando los lugares
comunes y nos invita a pensar nuestra propia historia en otra clave; colocándonos
ante los cimientos fundamentales de la experiencia humana: amor, agresión, y
conflicto.
Pali Díaz, también desde los procedimientos del pop-up, hace
que la fragilidad del papel transmute en una proposición espacial que nos
enfrenta a lo inconmensurable e intangible. La autora juega con distintos
ángulos de visión que ensayan puntos de vista no habituales, invitándonos a indagar
paisajes inexplorados. En tanto que Nele Fayolle construye una instalación que
nos envuelve en una experiencia multisensorial. Produce un ambiente donde
podamos vivenciar otra forma de existencia en un entorno amable, en un nido de
ambivalencia de piso a techo. Borrando las fronteras entre la representación y
la experiencia, más allá de la percepción, apela al
potencial de lo sensorial en un
nuevo paisaje de lo visible, lo decible y lo posible. Crea un espacio onírico,
subjetivo, sensual y placentero donde la gente puede encontrarse.
“Autobiografía y subjetividad.
Aproximaciones
a las obras de Martha Greiner,
Laura
Rippa y Carolina Montano”
Dra. Sabina Florio y Lic. Cynthia Blaconá
“La singularidad del
arte como modo de expresión y, por ende, de producción de lenguaje y
pensamiento, es la invención de posibles,
que adquieren cuerpo y se presentan en vivo en la obra. De allí el poder de
contagio y de transformación que la acción artística porta”
(Suely Rolnik “Geopolítica
del rufián”, p. 478)
Producción de subjetividad
Apelando a un conjunto de conceptos acuñados por Suely
Rolnik podemos desmontar algunos supuestos, a nuestro criterio problemáticos,
en que se sustentan un cuerpo importante de prácticas artísticas que abogan por
generar articulaciones entre el arte y la política. Las nociones de ideología,
sujeto y conciencia son interrogadas por Rolnik para poder “investir el propio
corazón de la subjetividad dominante” (p.44) y de ese modo “revelar” en lugar
de denunciar.
La autora ha señalado su preferencia a hablar de
“subjetivación” o “producción de subjetividad”[1] en
lugar de ideología, proponiendo crear salidas para los “procesos de
singularización” y no reforzar los sistemas de reproducción de la subjetividad
dominante (p.43).
Al respecto Félix Guattari insiste en la importancia de
la comprensión del modo de producción de subjetividad capitalista en tanto ese
desarrollo “trae inmensas posibilidades de desvío y de reapropiación” (p. 63).
Guattari entiende como “revolución molecular” a los procesos de diferenciación,
“a la tentativa de producir modos de subjetivación originales y singulares” (p.
64). Rolnik explicita la dimensión del plano macropolítico como “los hechos y
los modos de vida en su exterioridad formal, sociológica” y del micropolítico
como “las fuerzas que agitan la realidad, disolviendo sus formas y engendrando
otras en un proceso que abarca el deseo y la subjetividad” (Rolnik, “Geopolítica
del chuleo”, p. 1). Según la autora “Del lado de la macropolítica, nos
encontramos ante las tensiones de los conflictos en la cartografía de lo real
visible y decible. Conflictos de clase, de raza, de religión, de género, etc.
–efectos de la distribución desigual de lugares establecidos en un determinado contexto
social. Es el plano de las estratificaciones que delimitan sujetos y objetos,
como así también las relaciones de estos y sus respectivas representaciones. En
tanto, del lado de la micropolítica, nos encontramos ante las tensiones entre
dicho plano y aquello que se anuncia en el diagrama de lo real sensible,
invisible e indecible (es el plano de los flujos, las intensidades, los
devenires)-”(Rolnik, “Desvío hacia lo innombrable”, Quaderns, p. 10).
También, Guattari, distingue la noción de identidad de la
de singularidad (p. 68) y plantea que los procesos de singularización nada
tiene que ver con la identidad (p. 98). En ese sentido y pensando en América
Latina, el autor, entiende que es “un continente que no ha sido completamente
devastado por las semióticas capitalistas y que dispone reservas
extraordinarias de medios de expresión no-logoncéntricos, pudiendo articularse
en formas de creación totalmente originales” (p. 103).
Así, a la idea de “reconocimiento de la identidad” opone
“una idea de procesos transversales, de devenires subjetivos que se instauran a
través de los individuos y de los grupos sociales” (p. 106). Siguiendo con su
planteo, cabe comprender que “para que las sociedades capitalísticas se
sostengan es condición que se apoyen en cierta axiomática de discriminación
subjetiva” (p. 111).
Rolnik señala que la base de nuestras sociedades es “un
modo de producción que tiene en la acumulación de capital su único principio de
organización”, así “lo que se reprime es la posibilidad de crear formas de
existencia” (p. 117). En palabras de Guattari “la cuestión micropolítica es la
de cómo reproducimos (o no) los modos de subjetivación dominantes” (p.
189).
Rolnik refiere al legado de las vanguardias históricas
vinculado a la invención de nuevas formas de vivir y de crear y pregunta “¿cómo
reactivar en los días actuales la potencia política inherente a la acción
artística, su poder de instauración de posibles?”
(p. 491, mayo 2006).
Lo personal es político
La tesis “lo personal es político”, sostenida por el
movimiento feminista a inicios de la década del setenta del siglo XX,
reconfiguró nuestra percepción de las sociedades contemporáneas. Además de las conocidas
desigualdades, producto de la existencia de clases sociales antagónicas,[2] se
revela al patriarcado como un sistema de dominación. Sustentado
en la separación tajante de la “esfera pública y la esfera privada”, el
patriarcado presupone que el ámbito de los hombres es el de la esfera pública
–la más visible e importante–, mientras que a las mujeres nos compete la órbita
de lo privado –invisible y rutinaria–.
La antinomia
público/privado genera los estereotipos de género femenino que identifican a la mujer con la madre y esposa, con lo
que cercena toda posibilidad de realización personal y culpabiliza a todas
aquellas que no son felices viviendo solamente para los demás. En ese sentido,
acudiendo a las figuras de Penélope y Ulises, Rolnik, refiere a la “sed
insaciable de absoluto, de eterno”. Penélope “en su inmovilidad malhumorada” y
Ulises en el “movimiento compulsivo”. “Penélope controla el tiempo: teje la
trama de la eternidad”. Ulises controla el espacio: monta la imagen de
totalidad. Dos estilos complementarios de las ganas de absoluto: inmovilidad
tibia y melosa, movilidad fría y seca. Miedo a vivir. Voluntad de morir” (p.
417).
Cabe agregar, siguiendo a Guattari que “centenas de
millares de personas no pueden reconocerse en los cuadros sociales que les son
propuestos”. Nos encontramos ante una “crisis de los modos de vida, de los
modelos de sensibilidad, de los modelos de las relaciones sociales”.[3]
Así “el carácter cada vez más artificial de los procesos de producción
subjetiva podría muy bien asociarse a formas de sociabilidad y de creación. Es
ahí donde se sitúa ese “cursor” de las revoluciones moleculares” (p. 404).
En torno a la noción de cuerpo, Guattari, indica que “en
nuestras sociedades, las grandes fases de iniciación de la infancia a los
flujos capitalísticos consisten, exactamente, en internalizar la siguiente
noción de cuerpo: ‘Usted tiene un cuerpo desnudo, un cuerpo vergonzoso, usted
tiene un cuerpo que ha de inscribirse en cierto tipo de la economía doméstica,
de la economía social’. El cuerpo, el
rostro, la manera de comportarse en cada detalle de los movimientos de
inserción social es siempre algo que tiene que ver con el modo de inserción en
la subjetividad dominante” (p. 405).
En 1987 Rolnik acuñó la noción de “cuerpo vibrátil” para
dar cuenta de un modo de conocimiento
sensible ligado a nuestra capacidad subcortical que “nos permite aprehender el
mundo en su condición de campo de fuerzas que nos afectan y se hacen presentes
en nuestro cuerpo bajo la forma de sensaciones” (“Geopolítica del rufián”, pp. 479- 480). Ésta es una “capacidad de nuestros órganos de los
sentidos en su conjunto”. Las expresiones del cuerpo vibrátil son “las formas
culturales y existenciales engendradas en una relación viva con el otro” (“Geopolítica del rufián”, pp. 485).
Rolnik distingue nuestras capacidades de “percepción” de
las de “sensación” y entiende que “las figuras de objeto y sujeto solamente
existen en el ejercicio de la percepción”, en tanto que “en el ejercicio de la
sensación, el otro constituye una multiplicidad plástica de fuerzas que pulsan
en nuestra textura sensible, convirtiéndose así en parte de nosotros mismos” (“Lygia
llamando”, p.4). Siguiendo a la autora, el reconocimiento de éstas capacidades
y la problematización de “la pareja formada por el artista inofensivo en estado
de goce narcisista y el espectador-consumidor de su obra en estado de anestesia
sensible” (“Lygia llamando”, p.7) posibilita “apartarse de la política de
subjetivación signada por el individualismo” (“Lygia llamando”, p.7). Así la
politicidad de las prácticas implica la “intervención en la política de
subjetivación y de relación con el otro” (“Lygia llamando”, p.13).
La eficacia de las prácticas artísticas se sustenta en
“construir territorios con base en las urgencias indicadas por las sensaciones”
con “las señales de la presencia del otro en nuestro cuerpo vibrátil” (Rolnik,
“Geopolítica del chuleo”, p.8)
Cuando las imágenes toman posición
“El
artista tiene una escucha fina para los sonidos inarticulados que nos llegan
desde lo indecible, en los puntos donde se deshilacha la cartografía dominante”.
(“Lygia
llamando”, p. 21).
Laura Rippa: Ficciones
de lo real
Una de las preocupaciones primordiales de las
vanguardias artísticas del siglo XX consistía en volver a vincular al arte con
la vida cotidiana. A lo largo del siglo pasado esta inquietud atravesó a
múltiples propuestas artísticas que ensayaron respuestas provisorias y
coyunturales. Algunas intentaron articular sus proposiciones plásticas con la
política radicalizada para torcer el curso de la historia. Otras, buscaron
restituir el sentido a través de la incorporación de una dimensión cognitiva y
comunicativa a sus producciones, dimensión que las versiones canónicas de lo
moderno habían extirpado del campo del arte. Lo absoluto moderno subsumía la
obra al lenguaje, delimitando su campo de acción y de intervención.
Desde sus primeras obras, vinculadas al mundo
del grabado, Laura Rippa abordó la problemática del sentido tensada con la
implementación de un lenguaje experimental, de impronta personal. A inicios de
la década del `90 realizó una experiencia de clínica de obra con Pablo Suárez y
Luis Fernando Benedit, en el marco de las becas de formación artística
efectuadas por la Fundación Antorchas. Suárez, creador clave del arte moderno y contemporáneo
latinoamericano, fundó sus prácticas en un punto de partida ético,
buscando reimaginar la función del artista y el rol del arte. Sus ideas
estéticas calaron hondo en Laura y en muchos de nosotros que fuimos sus
discípulos.
Por esos años Rippa investigó en el campo del
objeto. Realizadas con una factura minuciosa, atenta a las tradiciones y
enamorada del oficio, sus piezas se erigieron en yuxtaposiciones inquietantes.
Sus “empanadas de bronce”, el “cepo de flores”, “las entrañas como ornato”, nos
arrojan a una zona que oscila entre lo paródico y lo trágico. Las obras nos
interpelan, resuenan en nuestra memoria, activan nuevas asociaciones y
desencadenan significaciones.
En el cuerpo de obras que la artista denominó
“fulguraciones”, siguiendo a Walter Benjamin, elige la pintura como medio
expresivo. Esta vez la problemática esta relacionada con el paso del tiempo,
con el tiempo vivido, con los momentos de la vida que ser tornan bisagra en
nuestra propia experiencia y que operan como ritos de pasaje en el espacio
social. Parafraseando a Didi-Huberman, la artista se coloca “ante el tiempo”.
Un tiempo que no es lineal, que condensa, en palabras de la autora “pérdidas,
mandatos y utopías que emanan sus destellos del otrora en el hoy”.
Apelando a los géneros tradicionales del
retrato, el autorretrato y el paisaje, Laura nos presenta una ficción de sí, de
su hijo Valentín, de su gata Betina, del cielo y del infierno. Acuden también a
la cita las figuras mitológicas de la esfinge, el pegaso y la quimera, muy
caras a su infancia.
Así, munidos con alas de utilería, estos
seres, familiares y extraños, habitan en un espacio pictórico donde conviven el
procedimiento tradicional del claroscuro y el vinilo, la mitología griega y la propia
biografía. Nuevamente nos encontramos con sus yuxtaposiciones inquietantes, con
la parodia y la ironía, con lo “trágico cotidiano”.
Carolina Montano. Entre la palabra,
el objeto y el cuerpo
Suely Rolnik ha señalado cómo el “arte contemporáneo trabaja con materiales
del mundo y problematiza directamente sectores de la vida cotidiana”. (Rolnik, “¿el arte cura?”, Quaderns portátils, 2001, p. 10)
En sus obras Primeros auxilios, Realidad al natural y Aspiraciones de emperatriz, Carolina Montano apela a los objetos de la vida cotidiana y a los
productos farmacológicos, alimenticios y de limpieza, destinados a calmar los
síntomas de cansancio e insatisfacción y
a la realización de las tareas domésticas de cocina y limpieza. El objeto, la
palabra y el concepto son las herramientas de las que se vale para la
concreción de sus proposiciones
plásticas. De ese modo, recuperando la corrosividad
de ciertas propuestas de las vanguardias históricas, fundamentalmente el humor
punzante, la parodia y la ironía, propios de Dadá, la artista propone lecturas
oblicuas y a contrapelo de los lugares comunes.
La poesía visual posibilita a la autora articular la
palabra y la imagen de modo polisémico y multidireccional. También apela a la
performance, poniendo su propio cuerpo en acción, para producir señalamientos y
generar reacciones. Sus acciones performáticas El reproche de Nora, Son
todas mentiras, Llenos de felicidad,
Lloré mares y Amor en migajas, articulan, en palabras de la artista “lo material,
lo conceptual y lo corporal”. Además, cabe agregar aquí, que podemos enlazar la
propuesta de la autora con los rasgos que caracterizan al conceptualismo
latinoamericano desde su momento de emergencia, es decir, con las
articulaciones imaginativas entre estética y política, que otorgan una
dimensión regional a éstas respuestas culturales. La performance Llenar la olla ilumina nuestras
condiciones materiales de existencia tornando visible la aseveración con la que
comenzamos éstas líneas “lo personal es político”.
[1]
Guattari, Félix y Rolnik, Suely, Micropolítica.
Cartografías del deseo, Buenos Aires, Tinta y Limón, 2005, p. 37.
[2]
Guattari piensa “las categorizaciones de clase” cruzándolas con otro modo de
categorización “las elites capitalísticas, los trabajadores garantizados y los
no garantizados”. La categoría de los garantizados “existe tanto en la clase
obrera, como en ámbito de los intelectuales”. En Guattari, Félix y Rolnik,
Suely, Micropolítica. Cartografías del
deseo, op. cit, pp. 264-265.
[3]
Ibidem, p. 267.
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